Abrazos, besos, cosquillas, caricias, arrullos: los primeros tocamientos que debieron haber recibido los tocadores
furtivos. Un tocador equivale a una rata de laboratorio que no fue lamida por
la madre y que se extravía torpemente en el laberinto. Sin encontrar salida, el
roedor violentará las murallas de su distorsionado mundo. Su único camino sin
retorno: la violencia del tocamiento no consentido.