sábado, 3 de octubre de 2015

Papá

Una tarde, al bajar del ómnibus, mi hermana y yo vimos a lo lejos a mi padre. Estaba delgado, muy delgado, y lucía barba (completamente infrecuente en él). Sonreía, parecía feliz; pero también había una quietud que lo mantenía sereno o, por lo menos, sobre su sitio. Nunca olvidaré esa imagen de mi padre. Porque es prácticamente una radiografía de lo que le estaba pasando y de lo que fue una consecuencia de su vida militar contra él, contra nosotros: una especie de alegría por el retorno; pero una alegría congelada sobre la consciencia de un dolor… el dolor de haber vivido en carne propia la mayor atrocidad de la República. 

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