El hombre se encontraba solo, a pesar de que estaba acompañado.
Alzó la vista al cielo y gritó: ¡Dios! ¿Dónde has estado? ¡Ayúdame,
Dios!
Pero una voz serena y firme contestó desde el costado:
Dios...
¿Quién es Dios?
¿Quién eres tú para juzgarme?
Tú no has estado en mis zapatos
Tú no has estado en mis zapatos...
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