Esa mujer que daba
todo por uno y que rechazamos de manera escandalosa y abusiva. ¡Cómo y cuánto a
veces se le extraña! El encuentro cotidiano con cada mujer sin nombre la
reactualiza en un perfil, un cabello, una voz que se diluye en el espacio. Esa
mujer reaparece tan perfecta que hasta su nombre contemplamos absortos y
embrutecidos, como el asno extraviado que permanece en el camino. La nostalgia
por lo que ya no existe nos golpea; pero la nostalgia por lo que supimos
arruinar a veces gira y nos sonríe. Esa duele más.
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